La antropología en el diseño

El objeto que he escogido es una taza que forma parte del merchandising de la serie The Big Bang Theory (2007-2019), en cuyo exterior se muestra un diagrama explicativo de una versión del clásico juego de piedra, papel o tijeras expandida con los nuevos elementos “lagarto y Spock” (este último en referencia a uno de los protagonistas de la franquicia Star Trek) propuesta por uno de sus protagonistas, Sheldon Cooper (Jim Parsons) como solución al gran número de empates que se producen en el juego entre dos personas que juegan a menudo la una contra la otra. No obstante, la insistencia de Rajesh (Kunal Nayyar) y Howard (Simon Helberg) en seguir sacando Spock una y otra vez acaba por anular la utilidad de esta extensión.

 

A nivel funcional, la taza responde a la necesidad de disponer de un recipiente estable del que beber líquidos. En cuanto a forma, su diseño no es particularmente extravagante: sencillamente un cilindro hueco abierto por arriba al que se le añade un asa para poder sujetar la taza sin quemarse cuando lo que se toma de ella es alguna bebida caliente como el café.

 

Mi vinculación personal con esta taza concreta no viene solo por el recuerdo de uno de los momentos más divertidos de una de mis series favoritas, sino también porque ha acabado representando para mí un momento de pausa y tranquilidad. Esto se debe a que normalmente la utilizo a la hora de la merienda, que me supone un respiro durante el día de trabajo.

 

Históricamente, la presencia habitual de tazas en las reuniones sociales las ha convertido en un símbolo de bienestar e incluso de lujo, habiendo constancia de su uso prácticamente desde que existen registros históricos, apareciendo en las costumbres de múltiples tiempos y culturas muy dispares entre sí, desde los mandarines, altos funcionarios de la China imperial, hasta la clásica costumbre inglesa del “té de las cinco”.

 

Además, hay tazas que toman parte en momentos específicos de la vida de las personas: por ejemplo, se suelen utilizar tazas de entrenamiento específicas, más cerradas por arriba para evitar derramamientos, para que los niños vayan aprendiendo a beber de ellas cuando llega el momento de que dejen de usar biberón, aunque recientemente ha habido expertos en pediatría que han empezado a cuestionar su utilidad e idoneidad. También existen las llamadas loving cups, una variante destinada principalmente a bodas y banquetes, con dos asas dispuestas simétricamente, de modo similar a las de las copas que se entregan como trofeos a los vencedores de competiciones deportivas, con la finalidad de que la pareja comparta la bebida.

 

En último lugar, señalar algunos modelos encaminados a mejoras específicas de la funcionalidad original de contenedor de líquidos. Existen, por ejemplo, los termos, que disponen de tapa y un aislamiento térmico reforzado para mantener el líquido guardado en ellas a la temperatura deseada el mayor tiempo posible. Y otra más peculiar, aunque también apreciada en su tiempo, fue la denominada mustache cup, creada en plena Inglaterra victoriana por Harvey Adams. Este modelo de taza era famoso por incorporar una repisa semicircular, con una apertura en la parte inferior, de manera que dejaba pasar el líquido mientras mantenía seco el bigote del usuario e impidiendo de paso que la cera que se usaba por aquel entonces para mantener cada pelo en su sitio afectase a la bebida. Una solución ingeniosa a un importante problema para los caballeros de la época, dada la frecuencia de los bigotes en el momento.

Bibliografía